Las virtudes del Registro Civil
Mi tía-tatarabuela Francisca Gómez y Alvarado falleció en Coamo el 17 de febrero de 1887. Mi tía-trastatarabuela Tomasa Ortiz y Miranda le siguió menos de un mes después, un 15 de marzo. Ese mismo año, el 1o de octubre pasó a mejor vida mi tatarabuela María Ramona Miranda y de la Vega, seguida nueve días más tarde por mi tatarabuelo Juan Concepción Vásquez y Cuevas. Estos decesos se recogieron en el Registro Civil, el cual además daba cuenta de conocidos que atestiguaron sus partidas e identidades.
Sucede que el Registro Civil implementado en el siglo 19 requería la presencia de testigos para los actos vitales, ya fuese por motivos de nacimiento, casamiento o defunción. Y algo que tienen en común los anuncios de estos decesos es la participación de Juan Bautista Quintón y Luzón, también conocido como Juan Quintón Luzón. El padre del renombrado músico José Ignacio Quintón Rosario no goza hoy en día de la prominencia que logró su hijo. Las notas biográficas sobre José Ignacio disponibles en línea mencionan al padre de pasada, informando que fue un compositor y organista graduado del Conservatorio de Música en París. Pero los documentos estudiados denotan que, en su día, Juan Quintón Luzón disfrutó de la atención y celebridad que sus contemporáneos le habrán prodigado durante su vida en el Coamo de finales del siglo 19 y principios del 20.
Además de los ya mencionados, Juan Quintón Luzón fue testigo en 1888 de los fallecimientos de mi trastatarabuela María del Carmen Alvarado y Colón en marzo; de mi tía-trastatarabuela María Ramona Ortiz y Miranda en julio; de mi prima tercera Ramona Ortiz en octubre. Al año siguiente hizo otro tanto por mi trastatarabuelo Juan Pedro Rivera y Ortiz en abril. En octubre de 1890, volvió a hacer acto de presencia para el deceso de mi tío-trastatarabuelo Ciprián Ortiz y Miranda.
«…natural de Angers, Francia…»
Las circunstancias personales de Juan Quintón Luzón recogidas en estas actas de defunción, aunque parcas, dan una idea de su personalidad. Identificado como «natural de Angers, Francia«, en ocasiones figuraba meramente como «empleado» y vecino de Coamo. Pero en muchas otras se indicaba que era profesor de música, con residencia en la calle del Retiro #17. Con esas credenciales, fue también testigo de los decesos de mi trastatarabuelo Juan Guillermo Rivera y Ortiz en abril de 1892; mi tío-tatarabuelo Luis Conrado Gómez Alvarado en febrero de 1893; y mi prima quinta María Encarnación Ortiz y Diana en septiembre de 1899. En esos tiempos, Juan Quintón Luzón pasó a residir en la calle del Fuerte y luego regresó al #17 de la del Retiro. Pero el profesor de música no participaba exclusivamente de trámites mortuorios. Fue además testigo del nacimiento de mis primos terceros Benigno en 1888 y Francisco José en 1890, hijos de mis tíos-tatarabuelos José Heraclio Rivera y Alvarado y María Ramona Gómez y Alvarado.
Una herencia musical
Todos estos antepasados pertenecen a la rama paterna de mi familia y son una explicación plausible para la riqueza musical que desplegó. El clan Ortiz Rivera del barrio Coamo Arriba, creado por mis abuelos Ovidio Ortiz Colón y Eulalia Rivera Vásquez, descolló por sus talentos para el canto y el manejo de instrumentos musicales. Mi abuela Eulalia cantaba, al igual que mis tías Monín, Catín, Titia y Milagros. Mi padre cantaba y acompañaba con güiro o maracas. Mi tía Melina y mis tíos Elías y Cano, cantaban y tocaban guitarra. Mi tío Mon tocaba acordeón, sinfonía, saxofón, trompeta y guitarra. Por sí solos componían una orquesta que alegraba la existencia en cualquier época del año.
Por su parte, el siglo 20 encontró a Juan Quintón Luzón residiendo junto a su esposa Filomena Rosario Serrano y sus hijos José Ignacio, María Fausta y Ramón, en la calle Mario Braschi de Coamo. Allí falleció el día del Grito, un 23 de septiembre de 1915.
Dicen que la curiosidad mató al gato. Pero por el contrario, mirar en los documentos más allá de sus protagonistas principales puede servir para hurgar en el pasado, rescatar las memorias perdidas, y proveer explicaciones para despliegues de riqueza cultural de nuestros familiares, pasados y contemporáneos. Por eso, busque en sus papeles con ojos nuevos y tal vez descubra los orígenes de tradiciones y costumbres de su familia que yacían en el misterio, incluyendo a un profesor francés que prodigó música, bendita música, por los campos de Coamo hace más de un siglo atrás.