La genealogía es una afición que no suele practicarse en etapas tempranas de la existencia. Cuando se le coge el gusto, se tiene que vivir con el remordimiento de haber perdido, por el paso del tiempo, la oportunidad de recoger testimonios de aquellos familiares que ya no están con nosotros. Con esta salvedad, habré de compartir lo que he encontrado de una mujer extraordinaria que debe haber dado mucho de qué hablar en el siglo XIX puertorriqueño.
Su primer matrimonio
María de los Santos Alvarado y Rivera nació el 1 de noviembre de 1801 en el valle de Coamo. Hija de Juan Francisco Alvarado y Rodríguez y de Cayetana Rivera y Burgos, aparenta haber sido la única hembra de esa pareja. Tuvo tres hermanos mayores – Tiburcio, Felipe y Pedro – y uno menor, José María. Como era uso y costumbre para la época, María de los Santos fue bautizada quince días después de nacida. Fueron sus padrinos Juan de Rivera y María Antonia de Rivera. La historia que sigue se desarrolla en Coamo, particularmente en el barrio Coamo Arriba.
A principios de la década de 1820, María de los Santos casó con Juan Ramón Ortiz de Peña y Miranda. Curiosamente, ella parece haber sido mayor que su esposo, por poco menos de un año (el nació un 23 de agosto de 1802). Esta sería la primera de varias notas interesantes en torno a esta mujer. La nueva pareja eran primos relativamente cercanos, entroncando sus estirpes en la descendencia de Francisco Burgos y Pacheco y María Tomasa Torres y Díaz, casados entre sí allá para el primer tercio del siglo XVIII, en el valle de Coamo.
El matrimonio de Juan Ramón y María de los Santos procreó al menos tres hijos que llegaron a la adultez: Micaela (c. 1824), Miguel (c. 1825) y María Engracia Ortiz y Alvarado (c. 1826). Desafortunadamente (o por fortuna, dependiendo de la perspectiva), ese matrimonio terminó de manera trágica al fallecer Juan Ramón un 18 de julio de 1831. Sin haber cumplido treinta años de edad, dejaba una viuda que se acercaba a su tercera década de existencia y huérfanos tres hijos menores de edad. Pero la historia no acaba aquí. En cierta forma, comenzaba.
Su segundo matrimonio
Quedar viuda con tres hijos no era empresa fácil en ese siglo XIX (o en ninguna época, pero vamos). Sucede que, un 27 de septiembre de 1832 y cerca de cumplir sus 31 años de edad, María de los Santos se casó con Juan Pedro Rivera de Irlanda y Ortiz de Peña. Al igual que Juan Ramón, Juan Pedro era menor que su nueva esposa; cuatro años y medio, para ser preciso, pues nació un 10 de julio de 1806. ¿Qué condujo a esta unión de un hombre de 26 años con una mujer cerca de un lustro mayor que el, viuda y con tres niños ya a cuestas? Solo puedo especular, tomando como base rasgos distintivos del Puerto Rico de aquella época.
Para comenzar y a su “avanzada” edad de 31 años, María de los Santos debe haber sido una mujer singularmente atractiva, tanto en piel como en alma. En aquella sociedad patriarcal, el hombre solía llevar las de ganar a la hora de escoger una o más consortes. Para la mujer la situación era distinta. Yo no conozco de otro ejemplo entre mis antepasados en que una mujer viuda y con tres hijos case, nuevamente, con un hombre menor que ella. Al atractivo físico y espiritual de María de los Santos habría que probablemente agregar una aparente situación holgada en términos económico-sociales que explicaría su posición singular versus otras féminas de la época. Sea como fuese, María de los Santos casó en segunda nupcias con un hombre que, contrario a su primer esposo, disfrutó de larga vida. Juan Pedro murió un 14 de abril de 1889 a los 83 años de edad.
La segunda estirpe
Pero aparte de atractiva y con recursos, María de los Santos seguía siendo fértil. Junto a Juan Pedro procreó al menos cinco vástagos más: María Teodora (c. 1833), Luis Antonio (c.1834), Eulalia (c. 1835), Policarpio (c. 1836) y María de los Ángeles Rivera de Irlanda y Alvarado (c. 1837). La tercera hija de María de los Santos y Juan Pedro, Eulalia Rivera de Irlanda y Alvarado, se casó un 5 de abril de 1870 con su primo-hermano Juan de los Santos Rivera de Irlanda y Alvarado. De esta unión nacieron Antonio José (17 de enero de 1871), José Ulpiano (1873), Pedro, Josefa (c. 1878), Mercedes (c. 1884) y Aurora Rivera Rivera (1885).
María de los Santos tuvo no solo una existencia extraordinaria, sino también prolongada. Al momento de fallecer un 26 de diciembre de 1883 en el barrio Coamo Arriba a los 82 años, debió conocer a varios de sus nietos, incluyendo al hijo mayor de su hija Eulalia, el ya mencionado Antonio José Rivera Rivera. Este nieto fundó familia con Fausta Vásquez Aguayo al casarse el 19 de febrero de 1898. Fausta y Antonio José procrearon ocho hembras y un varón, entre 1899 y 1923.
Para culminar este relato, hay que resaltar a la séptima hija de ese matrimonio: mi abuela paterna Eulalia Rivera Vásquez (nacida el 29 de septiembre de 1913). Acontece que, a sus 16 tiernos años, Eulalia se casó un 29 de julio de 1930 con mi abuelo Ovidio Ortiz Colón (nacido el 14 de septiembre de 1903). Ovidio tuvo por padre a Balbino de Jesús Ortiz Miranda (nacido el 31 de marzo de 1867) y este por progenitor a Miguel Ortiz Alvarado (fallecido en 1895); el mismo Miguel procreado por María de los Santos con su primer esposo Juan Ramón Ortiz de Peña Miranda.
La fusión de sangres
Mis abuelos Eulalia y Ovidio, fundadores de la familia Ortiz Rivera del barrio Coamo Arriba, son biznietos de María de los Santos. Esta es responsable por sí sola de las dos estirpes que conforman mi familia paterna inmediata. Sin sus actos por la vida, yo no estaría redactando estas letras. Simple y sencillamente, la familia Ortiz Rivera no existiría. Y por eso para mí ella es la hermosa, la única y la inigualable, María de los Santos Alvarado Rivera.
Y eso, no es poca cosa.